Una de las organizaciones más potentes y efectivas de América Latina, el Instituto Brasileño de Defensa del Consumidor (Idec) acaba de cumplir su 24º aniversario. Su presidenta, Marilena Lazzarini, reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro de estos años de lucha.
El 21 de julio, Idec completó 24 años de existencia. No cabría aquí una lista de nuestras victorias y logros; son numerosas y, de hecho, nos pertenecen a todos. Y si es tiempo de celebración, es también momento de mirar hacia adelante y subirse las mangas. Por eso, el título de este artículo se ajusta a una imagen que se utiliza en la literatura (a veces atribuida a Voltaire, pero también utilizada por Clarice Lispector).
Llegamos hasta aquí con la ayuda y la colaboración de nuestros socios y socias, pero también de aquellos que son simpatizantes, colaboradores eventuales, organizaciones pares, gente común, autoridades, brasileños de todos los estados, en fin, todos los que son consumidores y quieren sentirse más ciudadanos.
El país está viviendo un momento favorable, lo que nos plantea mayores responsabilidades. Asistimos a la masificación de productos y servicios, pero no a su universalización. Tenemos más teléfonos móviles que habitantes, nunca se viajó en avión tanto como ahora, el número de tarjetas de crédito se ha disparado, estamos entre los mayores fabricantes de automóviles del mundo, tenemos empresas líderes nacionales en diferentes sectores, etc.
Pero ... los contratos están llenos de abusos, los servicios son inconstantes e irregulares, los precios ya son comparables a los de los países ricos, la mala atención a los clientes continúa, la información es cada vez más oscura o reemplazada por la publicidad. En fin, no es una lista de quejas, sino la constatación de que es importante no dar la batalla por ganada.
La vulnerabilidad de los consumidores -y no sólo de la población infantil y de los ancianos, cada vez más codiciados por el mercado- no disminuye solo porque ellos tengan más acceso a bienes y servicios. La aumenta. Porque en la era de la información instantánea, la privacidad puede estar en riesgo. La individualidad no puede ceder a la masificación del consumismo. Si la libertad ya no está limitada por la fuerza militar o policial, no debe obedecer al poder económico. Y si la sociedad puede ofrecer algo a quienes tienen dinero, también debe poder hacerlo a quienes no lo tienen.
Las soluciones a estos problemas vienen de nuestras experiencias como individuos, como sociedad. Y el Instituto está orgulloso de ser parte de esas experiencias. Por lo tanto, creemos en el futuro.
A nuestros miembros y asociados, nuestra profunda gratitud por los caminos compartidos. A aquellos que aún no están tan cerca, los invitamos a unirse a nosotros.
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