A mediados del año pasado, Ecuador sorprendió a todo el mundo al convertirse en el primer país de América Latina en adoptar el etiquetado tipo semáforo para alertar a los consumidores sobre la cantidad de grasas, azúcar y sal de diversos productos alimenticios.
Sin embargo se había desarrollado un proceso a lo largo de los años del cual la Tribuna Ecuatoriana de Consumidores y Usuarios no es ajena. En este artículo, MARÍA JOSÉ TROYA, Directora de la Tribuna, actualiza un tema que apasiona e interesa a toda la población de América Latina y el Caribe.
El
Semáforo Nutricional está teniendo un muy buen nivel de aceptación en el
Ecuador.
Su implementación ya tiene varios meses y cada vez más personas
declaran que toman en cuenta los colores para decidir la compra de alimentos
procesados.
Un indicador de el efecto del Semáforo sobre los hábito de consumo
se recoge en un reportaje del Diario El Comercio de Quito, que informa sobre la
disminución de hasta un 35% de las ventas de productos altos en grasas, azúcar
o sal, como es el caso de quesos
maduros.
Por otro
lado, también se señala en este artículo de prensa que los industriales más
afectados están tomando medidas para disminuir de sus formulaciones las
cantidades de grasa, azúcar y sal, pues ven afectadas sus ganancias.
Lo
descrito, más que cualquier otra medición de comportamiento del mercado,
demuestra el éxito de una medida que debería ser imitada por los países y
exigida por los consumidores.
El origen
Para ilustrar
como se llegó a este punto, se debe recordar que, aunque parezca raro en el año 2006 tuvo lugar en
Quito un seminario promovido por la industria alimentaria (la gran industria),
que planteó la implementación del semáforo, pero ellos querían reemplazar el
etiquetado nutricional por el semáforo.
La Tribuna Ecuatoriana de Consumidores
y Usuarios, que participó en este evento, se opuso a ese reemplazo, sosteniendo
que debían colocarse en la etiqueta ambas informaciones, en beneficio de los
consumidores.
Hace más
o menos dos años comenzó a tratarse nuevamente el tema, como iniciativa del
ministerio de Salud, y al respecto la Tribuna se reunió con el vice ministro, Doctor Miguel Malo.
Finalmente,
el Ministerio de Salud expidió el Reglamento sobre etiquetado de alimentos para
dar cumplimiento a las disposiciones del la Constitución de la República, de
Ley Orgánica de la Salud y de la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor.
Transgénicos también
Este
Reglamento no trata solamente sobre el Semáforo, este es uno de sus aspectos,
también se refiere al etiquetado de transgénicos, que la Tribuna logró que se
incluya en la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor de julio de 2000.
A lo largo de su existencia, la Tribuna ha trabajado en el tema de alimentos y de
etiquetado, ha hecho numerosos test de calidad de alimentos y ha demostrado
el incumplimiento de las normas de etiquetado vigentes a la época.
De modo, que
se puede decir que hay un acumulado de acciones que ha aportado a lo que ahora
está cristalizando.
No hay que olvidar que la participación de la
organización fue clave en la implementación del Comité Codex, gracias al
impulso, que a su vez CI dió sobre el tema a las organizaciones, por medio de
capacitaciones, campañas, y otras acciones. Lo propio se puede decir sobre el tema de los
transgénicos, es un trabajo de años y de
campañas globales de CI.
Claro
que ha habido presión de la industria, además posiciones contrapuestas entre
los ministerios, por ejemplo Salud contra el de Industrias y Productividad.
El Reglamento
Inclusive el Reglamento se ha modificado varias veces por estas presiones.
Ese
es el caso de volver a permitir el uso de ciertas imágenes en el etiquetado
(animales, por ejemplo); dejar que el semáforo vaya atrás o adelante del producto,
cuando en el reglamento original se ubicaba en la parte frontal; volver a permitir el
auspicio de federaciones y gremios profesionales en los productos.
Mi
opinión es que en la ola mundial que se ha levantado en contra de la obesidad,
la industria tiene que repensarse para seguir en el mercado y seguir siendo
competitiva, pues corre el riesgo de ser sustituida por una nueva industria o
por iniciativas más pequeñas que cubran las necesidades y expectativas de unos
consumidores cada vez más informados y preocupados por su salud.
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