Cada año, en marzo, se celebra una semana para concientizar
a la población sobre el consumo de sal, sus efectos nocivos para la salud así como para dar
consejos sobre cómo evitar el sobreconsumo y reemplazar la sal.
Hubert Linders, encargado de Recaudación de Fondos y Coordinación de Proyectos de CI en América Latina y el Caribe, escribe en nuestro Blog sobre el tema de
este año y la atención que debe prestarse al uso de este condimento que puede convertirse en un enemigo para la salud.
También informa sobre las campañas en nuestra región y la red ALASS.
La Acción Mundial de Sal y Salud (WASH por sus siglas en
inglés) inició las “Semanas Mundiales” en 2008 porque, en base de publicaciones científicas, quedó cada vez más claro que disminuir
el consumo de sal es una de las maneras más efectivas de bajar el número de
personas que mueren o padecen enfermedades crónicas y no-transmisibles, como
son, por ejemplo, la hipertensión, la diabetes y la obesidad.
Por esta razón, la Organización Mundial y Panamericana de
Salud (OMS y OPS) recomiendan una ingesta diaria máxima de 5 gramos de
sal, lo que corresponde a 2000 miligramos de sodio para una persona adulta.
Para los niños, personas mayores de 50 años, afroamericanos y personas con
hipertensión esta cantidad debe ser aún menor.
La relación entre sal y sodio es la siguiente: sal (de
cocina) es cloruro de sodio. El sodio es un componente de la sal con aproximadamente
40% de su peso. La sal es la mayor fuente de sodio en los alimentos que
consumimos, pero no la única. Otros ingredientes o aditivos con sodio son por
ejemplo: tripolifosfato de sodio, glutamato monosódico, alginato de sodio,
benzoato de sodio, propionato del sodio.
El cuerpo humano requiere una cantidad muy pequeña de sodio
para funcionar bien, que no se compara con las cantidades de sal que se
consumen en América Latina. En Chile es casi 10 gramos de sal por día, en
Brasil y México son aproximadamente 11 gramos, y en Argentina es de 12 gramos. Los
colombianos llegan a consumir en promedio 13,7 gramos de sal por día… ¡El doble
o más de la cantidad recomendada! Para los otros países de la región, las
cifras no son más alentadoras.
Mientras en países desarrollados tres cuartas partes de la
sal proviene de alimentos procesados, en América Latina se agrega todavía mucha
sal durante la preparación de las comidas y después en la mesa. Esto depende,
por supuesto, de las costumbres en cada país.
Sin embargo, se ve cada vez más
alimentos procesados reemplazando las dietas tradicionales. Estos alimentos
contienen en general demasiada sal, aparte de altos niveles de azúcar y/o
grasas. Las fuentes más importantes de sodio son el pan, embutidos, quesos,
caldos y sopas (de lata y de sobre), las meriendas o “snacks” y conservas enlatados. También salsa soya, mostaza,
kétchup, mayonesa y aderezos pre-hechos que pueden contener mucha sal, igual
que las comidas rápidas (pizzas, hamburguesas, ensaladas con aderezos, etc. que
contienen a veces más de 2000 mg de sodio en una porción…).
Por esta razón, las autoridades de América Latina y el Caribe
han lanzado campañas como “Menos sal, más vida” (Argentina) o “Menos sal, más
salud” (México), sacando los saleros de las mesas de restaurantes, mientras en
otros países los Ministerios de Salud se unieron con la industria para bajar
los niveles de sal en el pan (Argentina, Brasil, Chile).
Otras campañas para
desalentar el consumo de sal se llevaron a cabo en Costa Rica, Cuba y Uruguay.
La consecuencia de consumir demasiada sal es una presión
arterial elevada que puede llevar a la hipertensión. La hipertensión es, a su
vez, el principal factor de riesgo de enfermedades como el infarto cardiaco,
los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades (cálculos) renales. La
hipertensión es el segundo riesgo más alto para morir en casi toda América
Latina. También enfermedades como el cáncer del estómago, asma y osteoporosis
están relacionadas con el consumo excesivo de sal.
¿Qué puede hacer el
consumidor/la consumidora?
El gusto por la sal se puede desacostumbrar paulatinamente.
Eso significa que durante la preparación, se puede agregar cada vez menos sal y
reemplazarla por especies y aliños. También, en base a la información
nutricional que (idealmente) esté en los envases de los alimentos, se puede optar
por la opción con menos sodio antes de comprar el producto. Si es posible,
compre productos e ingredientes frescos y no elaborados (frutas y verduras,
pescado, nueces y frutas secas sin sal) en vez de sopas enlatadas o
deshidratadas, verduras enlatadas, comidas congeladas y comidas “instantáneas”.
Cuando la etiqueta dice “menos de 120 mg de sodio por 100
gramos”, el producto es bajo en sodio. Sin embargo, cuando tiene más de 400 mg
por porción, es mejor buscar una alternativa. Siempre hay que fijarse en el
tamaño de una porción (y cuántas hay en un envase) porque esto cambia con cada
productora de alimentos.
Si usa alimentos enlatados, enjuáguelos antes de cocinar o
comer.
¿Qué hace Consumers
International respecto a la sal?
Desde 2009 CI participa en un grupo de expertos establecido por la
OPS para lograr una reducción del consumo de sodio a nivel poblacional, con
propuestas para políticas públicas y la diseminación de información. En este
marco, se creó ALASS o Acción Latinoamericana de Sal y Salud. ALASS es una red
de organizaciones civiles con el fin de reducir el consumo de sal. Tiene un sitio web, una cuenta en
Twitter y una
página en Facebook.
Todas las organizaciones y personas que trabajan para
reducir la ingesta de sal y difundir información sobre la alimentación
saludable, están invitadas a formar parte de esta red. Aquí puede encontrar un formulario para registrarse. Por favor enviarlo a alass@alass.net
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