11 marzo, 2015

Suficientes, accesibles y saludables



CLAUDIO DANIEL BOADA, Director de la Unión de Usuarios y Consumidores de Argentina reflexiona sobre las dificultades para que las personas accedan a bienes esenciales como la alimentación y el agua. 

El mercado de alimentos, escribe, “está concentrado en pocas manos (tanto productores como comercializadores) que controlan las cadenas de valor, y ese eslabón de la cadena que la domina fija los precios y sus excesivos márgenes de ganancia; excluyendo a las pymes, empresas recuperadas, cooperativas y comercios barriales”.  

Sin una fuerte regulación del Estado será imposible avanzar en este tema, concluye.
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Suficientes 

Hace menos de un mes participé junto a los voluntarios de “Sopa de Letras” de una recorrida por las calles de la ciudad de Buenos Aires, visitando personas en situación de calle. Esta organización realiza esta actividad todos los días.  Recorrimos bajos autopista, las puertas de hospitales públicos, plazas y otros lugares donde buscar refugio. 

Compartimos con ellos alimentos, conversamos, buscamos ayudarlos en sus necesidades. Muchas vivencias sucesivas en un par de horas. Entre ellas menciono una: un joven en situación de calle se quiebra en llanto delante mío cuando le entrego un sándwich y, mientras me pide otro, me dice “tengo hambre hace muchos días”.

Sin dejar de reconocer los avances que vivimos en Argentina desde la crisis del 2001-2002 en la reducción de los niveles de pobreza, siguen existiendo sectores que no reciben suficiente alimentación.

Y esto -por pequeño que sea el número de hambrientos- es intolerable. El único número aceptable frente al hambre es cero.

De la misma forma con el agua potable, tenemos más que suficiente en Argentina pero mal distribuida. Hace unos días un medio de Rosario (Provincia de Santa Fe) publicó los dichos de Alberto Muñoz -Presidente de La Unión- quien dijo que “el cinco por ciento del caudal del Rio Paraná alcanza para cubrir todas las necesidades de agua potable de la Argentina y es inadmisible que haya personas sin agua en la ciudad de Rosario”, cuyas costas son bañadas por este gran rio. También en este caso, frente a las necesidades de agua y saneamiento, el único número aceptable es cero. 

Accesibles 

Todo un sistema de comercialización excluye a muchos productos de las góndolas y a otros los encarece excesivamente.

El mercado de alimentos está concentrado en pocas manos (tanto productores como comercializadores) que controlan las cadenas de valor, y ese eslabón de la cadena que la domina fija los precios y sus excesivos márgenes de ganancia; excluyendo a las pymes, empresas recuperadas, cooperativas y comercios barriales.

Las grandes cadenas concentradas sólo comercializan productos de los grandes productores concentrados.

Tenemos la fuerte convicción que pagamos mucho más de lo que valen los productos. Por ello las diferencias de precios con los existentes por ejemplo en el Mercado Central de Buenos Aires (que valen en general la mitad del precio que encontramos en super e hiper) o las diferencias de precios entre los canales de la “economía solidaria”, las “ferias del productor al consumidor”, y demás canales alternativos de comercialización que hasta el momento parecería que no conmueven la hiper-super comercialización. 

Mercantilización 

Todo esto por la mercantilización (para algunos) o la excesiva mercantilización (para otros) de los alimentos.

Algo que debería ser un derecho humano básico (derecho a alimentos saludables y del acceso a los alimentos) al que todas las personas tuvieran acceso, más allá de nuestra situación socioeconómica, se ha convertido en un privilegio para aquellas que pueden comprarlos. 

Saludables 

En este marco de análisis, la venta de alimentos “no saludables” no es más que una estrategia comercial (que se manifiesta en la producción, la comercialización y el repiquetear publicitario) que tiene en cuenta el deseo de maximizar la ganancia, más que la necesidades de las personas.

A los productores y comercializadores concentrados de alimentos poco les importa que la gente coma bien y saludable, les importa vender más.  

Por ello necesitamos imperiosamente más información y educación, pero la información, educación y cambio de hábitos alimenticios de todos nosotros no alcanza.

Necesitamos una fuerte regulación del Estado. Si el Estado no regulara el sector, sería casi un Estado suicida, pues las consecuencias nefastas en la salud de la población terminan siempre cubriéndolas el Estado en todos sus niveles (nacional, provincial y municipal) ya que el mismo es garante final de todo el sistema de salud.

Sólo con el Estado, presente regulando al mercado, presente limitando sus abusos, poniendo el mercado al servicio de toda la población: sólo de esa forma encontraremos la clave para que todos tengamos alimentos suficientes, accesibles y saludables.

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