Los alimentos diseñados científica y tecnológicamente para ser sobreconsumidos, apoyados por estrategias comerciales y publicitarias multimillonarias,
se han venido imponiendo en todo el mundo, dice en este artículo ALEJANDRO CALVILLO, director de El Poder del Consumidor de México.
La lógica del mercado de los alimentos ultraprocesados, producir a
menor costo y vender más, sustituye a la preparación tradicional de alimentos. Y en la lógica de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas,
establecida por la guerra en los mercados y la necesidad de incrementar ventas
y ganancias cada trimestre, la salud ha quedado relegada, escribe Calvillo.
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Los alimentos y bebidas a los que
comúnmente llamamos “chatarra” y que encontramos en las tiendas de conveniencia
y los supermercados de todo el mundo, son productos que han sido diseñados con
la finalidad de lograr la mayor ganancia. ¿Y esto cómo se logra? Aumentando la palatabilidad del producto, que
guste lo más que se pueda al consumidor.
Para ello, los ingenieros de alimentos de Kraft,
Unilever, Kellog´s, Nestlé, Pepsico, Coca-Cola y demás compañías, cuentan con un arsenal de alrededor de 100
mil aditivos en alimentos.
Con este
fin, una parte importante de la investigación de la industria química se ha
dirigido, desde finales de la segunda guerra mundial, al desarrollo de
saborizantes, colorantes, antioxidantes, espesantes, estabilizadores,
conservadores y todo tipo de aditivos destinados a aumentar el gusto de los
productos y su vida en anaquel.
La gran
mayoría de estos productos no contienen ningún valor nutritivo y su objetivo es
sólo generar una apariencia, un sabor, una sensación, “alimentar nuestras
ilusiones”.
Colores y sabores artificiales
El mayor
ejemplo está en los productos dirigidos a niños en que los colores y los
sabores son artificiales, es decir, el niño es atraído al alimento a través de
un color diseñado, no natural al producto, al tiempo que el sabor que
experimenta es también el producto de un cuidadoso diseño ingenieril que nada
tiene que ver con el sabor de un producto natural.
El objetivo de fondo de las grandes corporaciones es enganchar al
consumidor para vender más y para ello debe lograr que el consumidor consuma
más su producto, y qué mejor que sea desde pequeño.
La lógica del mercado de los alimentos ultra procesados -producir a menor
costo y vender más- sustituye a la preparación tradicional de los alimentos que a lo largo de la historia de la humanidad se
dirigía a alimentar a la familia y la comunidad en base a las tradiciones
culinarias sustentadas en la cultura agrícola de la región.
En el hogar o la
comunidad en ningún momento se buscaba que se comiera demás y que el valor de
las materias primas fuera menor para incrementar las ganancias.
El diseño de los alimentos
Podemos
decir que en 60 a 70 años las diversas culturas alimentarias han sido devoradas
por el dominio de la llamada alimentación occidental, por los productos
ultraprocesados introducidos por un puñado de empresas en todo el orbe.
Los
alimentos diseñados científica y
tecnológicamente para ser consumidos de más, apoyados por las estrategias
comerciales y publicitarias multimillonarias, se han venido imponiendo en todos
los rincones del planeta, sustituyendo y desplazando el consumo de
frutas, verduras, granos enteros y platillos tradicionales elaborados con
ellos.
En los sectores sociales de bajos ingresos de México, el consumo del
frijol, clasificado como uno de los alimentos más nutritivos en el mundo, ha
caído dramáticamente, siendo sustituido por productos como las sopas Maruchan.
Para muchas familias el frijol es de pobres y la
sopa Maruchan representa una forma de pertenencia al mundo que ofrece la
publicidad, la televisión, y del cual están excluidos.
El consumo de chatarra aparece como una forma de acercamiento al mundo de
la publicidad y la televisión: la salud es la víctima de este proceso.
El diseño de
los alimentos y las bebidas por parte de la gran industria pasó de la prueba y
el error ante grupos de consumidores, evaluando que tanto se aceptaban o no, a
una tecnología muy sofisticada que va desde medir las reacciones cerebrales de
los consumidores y las descargas de dopamina (hormona del placer), hasta las
reacciones más sutiles de los niños a la publicidad del producto.
El neuromarketing
El neuromarketing ha venido a sumarse a los
estudios del comportamiento y gustos de los niños, a su reacción a los colores,
a los sabores, a los estímulos, tanto de la composición del producto como de su
publicidad. El objetivo es lograr que el producto se vuelva
irresistible, eso garantizaría el éxito del equipo formado por un lado por los
ingenieros de alimentos y, por el otro, por los publicistas.
David
Kessler, quien dirigió durante las administraciones de Bush y Clinton la Food
and Drug Administation, inicia su libro The end of overeating narrando
cómo no podía resistirse a comer las galletas un paquete de galletas, cómo no
podía detenerse. Tratando de responder a esta situación, en su libro presenta
algunos de los primeros estudios que reconocen la adicción a los alimentos
con alto contenido de azúcar, grasas y/o sal.
Posteriormente, el libro Food
and Adiction, editado por el doctor Kelly Brownell y el doctor Mark S.
Gold, presenta una larga lista de estudios que demuestran la adicción a estos
productos, una adicción que las grandes empresas ya conocen desde tiempo atrás
y utilizan para el diseño de sus productos.
La salud relegada
En la lógica de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas,
establecida por la guerra en los mercados y la necesidad de incrementar ventas
y ganancias cada trimestre, la salud ha quedado relegada.
Se añaden vitaminas y minerales a los productos
para argumentar que alimentan y las empresas que utilizan lácteos como materia
prima exageran sus beneficios, ocultando en ambos casos la cantidad de azúcar,
grasas y sal, así como los colorantes y saborizantes artificiales añadidos al
producto.
Artículo publicado originalmente en SinEmbargo.com ir
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