27 octubre, 2014

El propósito de la chatarra (Primera parte)



Los alimentos diseñados científica y tecnológicamente para ser sobreconsumidos, apoyados por estrategias comerciales y publicitarias multimillonarias, se han venido imponiendo en todo el mundo, dice en este artículo ALEJANDRO CALVILLO, director de El Poder del Consumidor de México.  

La lógica del mercado de los alimentos ultraprocesados, producir a menor costo y vender más, sustituye a la preparación tradicional de alimentos. Y en la lógica de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas, establecida por la guerra en los mercados y la necesidad de incrementar ventas y ganancias cada trimestre, la salud ha quedado relegada, escribe Calvillo.
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Los alimentos y bebidas a los que comúnmente llamamos “chatarra” y que encontramos en las tiendas de conveniencia y los supermercados de todo el mundo, son productos que han sido diseñados con la finalidad de lograr la mayor ganancia. ¿Y esto cómo se logra? Aumentando la palatabilidad del producto, que guste lo más que se pueda al consumidor. 

Para ello, los ingenieros de alimentos de Kraft, Unilever, Kellog´s, Nestlé, Pepsico, Coca-Cola y demás compañías, cuentan con un arsenal de alrededor de 100 mil aditivos en alimentos.

Con este fin, una parte importante de la investigación de la industria química se ha dirigido, desde finales de la segunda guerra mundial, al desarrollo de saborizantes, colorantes, antioxidantes, espesantes, estabilizadores, conservadores y todo tipo de aditivos destinados a aumentar el gusto de los productos y su vida en anaquel.  

La gran mayoría de estos productos no contienen ningún valor nutritivo y su objetivo es sólo generar una apariencia, un sabor, una sensación, “alimentar nuestras ilusiones”.

Colores y sabores artificiales

El mayor ejemplo está en los productos dirigidos a niños en que los colores y los sabores son artificiales, es decir, el niño es atraído al alimento a través de un color diseñado, no natural al producto, al tiempo que el sabor que experimenta es también el producto de un cuidadoso diseño ingenieril que nada tiene que ver con el sabor de un producto natural.

El objetivo de fondo de las grandes corporaciones es enganchar al consumidor para vender más y para ello debe lograr que el consumidor consuma más su producto, y qué mejor que sea desde pequeño.

La lógica del mercado de los alimentos ultra procesados -producir a menor costo y vender más- sustituye a la preparación tradicional de los alimentos que a lo largo de la historia de la humanidad se dirigía a alimentar a la familia y la comunidad en base a las tradiciones culinarias sustentadas en la cultura agrícola de la región. 

En el hogar o la comunidad en ningún momento se buscaba que se comiera demás y que el valor de las materias primas fuera menor para incrementar las ganancias.

El diseño de los alimentos

Podemos decir que en 60 a 70 años las diversas culturas alimentarias han sido devoradas por el dominio de la llamada alimentación occidental, por los productos ultraprocesados introducidos por un puñado de empresas en todo el orbe.  

Los alimentos diseñados científica y tecnológicamente para ser consumidos de más, apoyados por las estrategias comerciales y publicitarias multimillonarias, se han venido imponiendo en todos los rincones del planeta, sustituyendo y desplazando el consumo de frutas, verduras, granos enteros y platillos tradicionales elaborados con ellos.

En los sectores sociales de bajos ingresos de México, el consumo del frijol, clasificado como uno de los alimentos más nutritivos en el mundo, ha caído dramáticamente, siendo sustituido por productos como las sopas Maruchan. 

Para muchas familias el frijol es de pobres y la sopa Maruchan representa una forma de pertenencia al mundo que ofrece la publicidad, la televisión, y del cual están excluidos.

El consumo de chatarra aparece como una forma de acercamiento al mundo de la publicidad y la televisión: la salud es la víctima de este proceso.

El diseño de los alimentos y las bebidas por parte de la gran industria pasó de la prueba y el error ante grupos de consumidores, evaluando que tanto se aceptaban o no, a una tecnología muy sofisticada que va desde medir las reacciones cerebrales de los consumidores y las descargas de dopamina (hormona del placer), hasta las reacciones más sutiles de los niños a la publicidad del producto.  

El neuromarketing

El neuromarketing ha venido a sumarse a los estudios del comportamiento y gustos de los niños, a su reacción a los colores, a los sabores, a los estímulos, tanto de la composición del producto como de su publicidad. El objetivo es lograr que el producto se vuelva irresistible, eso garantizaría el éxito del equipo formado por un lado por los ingenieros de alimentos y, por el otro, por los publicistas.

David Kessler, quien dirigió durante las administraciones de Bush y Clinton la Food and Drug Administation, inicia su libro The end of overeating narrando cómo no podía resistirse a comer las galletas un paquete de galletas, cómo no podía detenerse. Tratando de responder a esta situación, en su libro presenta algunos de los primeros estudios que reconocen la adicción a los alimentos con alto contenido de azúcar, grasas y/o sal

Posteriormente, el libro Food and Adiction, editado por el doctor Kelly Brownell y el doctor Mark S. Gold, presenta una larga lista de estudios que demuestran la adicción a estos productos, una adicción que las grandes empresas ya conocen desde tiempo atrás y utilizan para el diseño de sus productos.

La salud relegada

En la lógica de las grandes corporaciones de alimentos y bebidas, establecida por la guerra en los mercados y la necesidad de incrementar ventas y ganancias cada trimestre, la salud ha quedado relegada. 

Se añaden vitaminas y minerales a los productos para argumentar que alimentan y las empresas que utilizan lácteos como materia prima exageran sus beneficios, ocultando en ambos casos la cantidad de azúcar, grasas y sal, así como los colorantes y saborizantes artificiales añadidos al producto.


Artículo publicado originalmente en SinEmbargo.com ir

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